lunes, 9 de abril de 2012

EL PIRATA MINGA

     Dicen que todos los piratas tienen un lorito que habla en francés y yo doy fe de ello porque un día hace ya muchos años con mi cañita mojarrera y en pesca de costa pesqué un piratón francés que con su mejor cordobés me vendió  "medio plano de un botín". Y digo medio plano porque al otro medio jamás lo encontré y donde mierda lo enterró nunca lo sabré, porque perdí el astrolabio a la vuelta de la esquina antes de llegar al camarote y embarcarme con sólo lo puesto cuando el Pirata Minga...minga que lo vas a encontrar y saber como se llama y dónde vive... hizo sonar mi celular con tanta buena o mala suerte, aún no lo sé, que consiguió señal y me invitó a cenar.
     Yo tiré mi cañita mojarrera al carajo y olvidé mi espectativa de comprarme un reel con varios kilómetros de tanza y dedicarme a la pesca con mosca o balancín. Error el mío.
     El pirata recibido y diplomado con varios pos grados  en la escuelita de la que egresaron varios porque así lo demuestran los barcos saturados de pìratas, con aire de Antonio Banderas y ojos de gato me llevó a comer ciervo ahumado que me tragué olvidando que debía dejar los cuernos y me los traje puestos  en la primera cena.
     Así el Mr Músculos pasó a formar parte de mi neceser colmado de pinturitas y cremas anti-age ya que no voy a salir sin brillos e impecable a la proa del barco cuando los marineros toman sol, recitan poemas y les arde el celular de agenda completa de señoras elegantes y de buen pasar.
     El pirata después de la cena doblegó su apuesta dejándome en el puerto sin más detalles que revisar mis uñas y sin quitarme una pizca de lapiz labial.
     El pirata es un hombre que nunca debería faltar en la agenda de una señora a lo largo de su vida ya que genera una adrenalina que los laboratorios aún no han logrado y son el mejor medicamento para sobrellevar una menopausia sin identificar si los sofocones son por el roce de su piel tostada y herida o por las hormonas que no sabemos nunca si nos faltan o sobran. Son unos desalmados maestros que de aprendices pasamos a ser también maestras en el arte de amar y deshechar todo buen hombre que se nos cruce en la costanera y nos quedan gravados en la piel con la furia del fuego aunque los traicionemos en el primer puerto.
     Ellos volverán a pisar tierra, encender sus celulares con señal planetaria y captarán el primer wi fi para rescatar a otras señoras que si no tienen alarma ellos se las activarán y harán sonar tantas veces como lo deseen y se gravarán en la mano el número de varias damas mal atendidas, descuidadas y abandonadas para repararles el alarma de hembras que hace rato dejó de funcionarles.
     Qué tiene un pirata que no tenga un buen hombre me pregunte mil veces. Nunca lo sabremos hasta no conocer al pirata Minga o como se llame, sentir el olor de su piel, medir su espalda, declinar ante la fuerza de sus brazos y su mirada feroz que nos hace sentir la reina del barrio cuando se visten y se van antes del amanecer olvidando su espada al lado de nuestra coronita de señora sobre la alfombra.

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